CAMINOS DEL MAR
BABILONIO EN PEDAZOS (I)
1. A pedibus
2. Certidumbre
3. Alborada
4. Inventor de boleros
5. Salina
6. Viajero
7. El manuscrito
8. Cornucopia
9. El arco de Odiseo
10. Hacedora de mares
11. Hoy no me abraces
12. Oniromancia
13. Asedio
14. Fast food
15. Fiesta en plena quiebra
16. Cuaresma
17. Charlot y yo
18. Cardiograma.
19. Enamorada
20. Al regreso
I
Si no fueran por lo planos que son, estos pies dejarían al menos sobre el asfalto un rastro alado de gato. Pero no. Nunca fueron tenidas por plantas, ni jamás tuvieron ramajes. Son como dos ruedas ortopédicas. Una aplanadora trashumante que no cree en protuberancias ni en bajorrelieves, que se ufana en planchar toda huella por muy arrugados que sean los trapos que pisa. Obviamente: locomocionan siempre adoloridos.
CERTIDUMBRE
Tras el rastro de esta noche,
la aurora vendrá sin prisa
desde un remoto horizonte
poblado de golondrinas.
Tan pronto cuando despiertes,
verás arder las mejillas
de la mañana imponente
brotando de la neblina.
Emergerás pura y leve
de entre las sábanas tibias.
Te sentiré transparente
por una vez en la vida.
Y enterrarás tus tristezas,
mis ilusiones vacías.
Si lloramos de nuevo que sea
por esta inmensa alegría.
Aquí tienes mis manos.
Basta que vueles con ellas.
Prolonguemos la noche en el alba
más allá de las estrellas.
Magnífica luna. Noche inaudita.
Golondrinas en la alborada
anuncian la luz
de un gran día.
a GCI
Las olas golpean con ritmo bisiesto.
Más bien reverencian tus pies
salidos del arrecife.
El pantalón harapiento
a media rodilla,
la camisa anudada en el vientre:
estampa inexacta
del pescador matinal.
Es increíble. Tenaz
concebirte de esa manera
taladrando el vaivén de la espuma manchada,
la aglutinada cadencia de la sentina marina,
la niebla que se disipa con el ascenso del sol.
Musitas un texto inconexo,
irreverente, ¡de loco!,
que el viento arrebata y no deja escuchar.
A fuerza de escudriñar la palidez circundante
se te van apagando los ojos
desde sus cuencas vacías.
Ahora reposan, inermes,
sobre el regazo tullido:
dos ángeles en desgracia
que han acabado de ver
la legendaria estación del relámpago
deslumbrando el roquerío,
los artificios de tu ciudad
encantada.
La sal en tus manos
es la miel que me endulza
las heridas,
es el tibio manantial
que restaña mi dolor
en las tantas noches frías.
La savia que me nutre
de silencios
antes que despunte el día.
Mi salado sacramento.
Mi pagano sacrilegio
Mi extremaunción.
Ven a mí. Mujer…
Deja que me sacie de una vez
con el salitre de tus dedos.
Deja que me pierda para siempre
en los estuarios de tu cuerpo.
Déjame llorar la sal
que se agolpa en mis adentros….
La mía es hiel, ponzoña,
puro veneno.
La que tú amontonas en las manos
tiene los sabores de tu piel,
la dulzura de mis besos.
Como me sigas queriendo,
me tendré que olvidar
que soy un pobre viajero
siempre en busca de la mar.
A palmos me robas el alma,
y yo me la dejo robar
cuando con besos desarmas
esta inútil libertad.
Viajero.....
La vista en el horizonte.
Se enreda la brisa en tu pelo.
Me gusta el sabor de tu nombre.
A palmos me arrancas la vida.
Yo me la dejo arrancar.....
Como me sigas queriendo,
vendrás conmigo esta noche
a conocer por ti misma
el dulce arrullo del mar.
Me estoy reescribiendo.
Me escribo a mí mismo
mucho antes de la séptima Troya.
Otro soy yo. Otro que reconozco,
del que voy recabando noticias
y que anhelo y respeto.
Renazco en la arqueología.
En el sílex.
Entre ruinas desfiguradas.
Me transfiguro en bisonte rupestre.
Acabo de conocer el secreto del fuego.
Vivo ahora mismo en Sumeria.
Predigo el fin de la escritura cuneiforme.
Hammurabi me condenó.
Desemboco en Lao Tsé.
Reaparezco cada mañana
en el ombligo del loto.
Fue muy amigo Zoroastro.
Isaías y Mahoma me oyeron blasfemar.
Vi también llorar al Nazareno
protagonizando en solitario
el sentido de la vida.
El tiempo es mi único error.
Mi memoria ha sido
desenterrada.
Deslizo anónimas leyendas
para regalarme un futuro de reseñas perdurables
sin rehuir de las guerras,
sin proponerme siquiera la paz.
Día a día
mi corazón jeroglificado
en espera del veredicto
de Anubis.
De los despojos del Fauno
heredaremos tan sólo
la inoxidable memoria
de sus cuernos.
La médula mineral, la pelambre,
las pezuñas
ya pertenecen a las ruinas del polvo
que se esfumarán para siempre
con el tiempo.
A la postre
la tierra maternal pondrá lo suyo:
desaguará de sus entrañas
el residuo de materia.
En los cuernos perdura el alma...
Después del Fauno
otros saurios emergidos
ceñirán a dentelladas las reliquias
de su reino.
Piedra por pan...
La arena inextinguible del desierto.
La líquida ilusión de estar bebiendo
la saliva de los mares
en una misma cornucopia
de hojalata.
Hay una mano recurrente en los sueños.
Una terca mano agradecida.
Me busca. Me encuentra. Me rescata.
Confiable en su caudal.
Cargada de nobles espirales.
Intensa en la ascensión.
Sabia como dioses derrotados.
De insobornables dedos. Leal.
Desde el silencio de la arena
Me arranca del desierto.
Con ademán ilimitado
Me describe el horizonte.
Dibuja el paraíso con sus árboles sagrados.
Me humedece las dunas de la boca.
Los anémicos corales de mis huesos.
Y el mar, entonces...
Deja de ser la patraña de otro sueño.
Invade con azules de canciones imborrables.
De huellas que no han muerto.
Me decido a tensar en el arco marino
Una única botella baboseada.
Cristales en el pecho .
Apunto hacia el cielo. Disparo.
Al Levante.
Allá.
A lo lejos.
Ella sortea sus malestares con una espada invisible.
Provoca estocadas mortales cuando se vuelve rocío.
Y aún saca fuerzas de su corazón agotado
Para escanciarnos el mejor de los vinos.
Ella sigue siendo una elegida.
La novia de Caná.
Otra reina de Saba con su fortuna de arena.
Cada día reinventa un mar.
Un puerto donde aferrarse.
Sus señales de S.O.S son como lejanas gaviotas
Componiendo el horizonte.
Ella sola se basta para encarar la noche.
Su único terror es no poder reescribirse
A la mañana siguiente.
Hoy no me abraces.
No te cuelgues de mis labios
impacientes.
Traigo impregnado en la ropa
otro olor
contaminado de muerte.
Dime que me quieres...
Dime que en tus pechos
continua latiendo la vida,
borbollando el brebaje de amor,
la impura caricia
capaz de curarme el dolor,
el sanguíneo temor
de no verte.
Pero….
Hoy no me abraces.
Espera que recupere
los olores de siempre.
La mañana es invidente.
Sorda de cañón.
Apenas huele.
Había sucedido todo allí.
Otra fue la realidad.
Sonidos y colores convincentes.
Quiero que me sueñes.
Déjate soñar.
Suéñote en el sueño.
No despiertes.
Todavía me es posible el amor.
Puedo amarte todavía con mis fuerzas.
Escalar de punta a cabo por tu cuerpo
hasta imponer un férreo sitio a la cintura.
Someter con tiernos besos todo intento
de sublevación
para luego echar abajo las murallas,
abrirte en dos
cuando el asalto sea un hecho inaplazable
y me permitas saquear a mis anchas
el merecido botín de esta guerra.
FAST FOOD
Paladear.
Lengua deleitada
circundando las orillas granuladas
del relieve vegetal.
Antes de atacar con la primera dentellada,
volver a relamer
los carbohidratos espumosos,
esparcidos por el blando y esponjoso territorio
del bermejo pan;
retardar en un paréntesis
la impaciencia castigada del aliento,
aspirar los cálidos vapores
para abandonarse al fin
al alimento,
que a la espera de ser devorado
segrega una última vez el condimento esencial
derretido en la salsa de la carne,
en el lácteo componente derramado,
que se deja triturar sin resistencia
sometiendo los sabores arrugados,
la saliva maltratada
del hambriento.
Fiesta en plena quiebra
Los augurios no son los mejores.
En la prensa publicitan desalientos
como atractivos regalos virtuales.
Más de una tarjeta postal
tampoco tendrá
nada que decirnos.
Alguien se empeña en aguarnos la fiesta.
Cualquier brindis ya cotiza en millones.
Se ha resuelto que nos devaluemos
a cuenta de la diversión.
En la trampa de la deflación
lo más querido se pierde.
La inflación al final
terminará por cedernos
todo el universo.
No fuimos nosotros quienes patrocinamos
la grandiosa subasta de estrellas. Por tanto,
no somos culpables de este trasiego
de histerias premeditadas.
Nadie tiene derecho de aguarnos la fiesta.
Cuantifiquemos perjuicios y daños
vitoreando las deudas a precio
de liquidación.
Como quiera que sea,
la factura a pagar nunca será mayor
que ceros abstractos.
La fiesta no tiene por qué aguarse.
Algo con regusto a maná,
tendrá que caernos
del cielo.
CUARESMA
tra-la-la-tra-la-la...
Corre hacia mí.
Me empuja. Tropieza.
Cuando pasa de largo,
abajo se vienen
las elocuencias.
El equilibrio de su bastón.
La sobrehumana pirueta.
Ya no me río de ti.
Me matan de risa
mis propias miserias.
tra-la-la-tra-la-la...
Corre hacia mí.
Delante la encrucijad.
Una invisible frontera.
Anima la inmensidad del camino.
La melodía burlesca.
Yo voy detrás de Charlot…
tra-la-la-tra-la-la…
huyendo de las tinieblas.
C-A-R-D-I-O-G-R-A-M-A
¡Qué corazón el
que tengo!
Ni yo mismo logro
entenderlo.
Lo desangra una
flor
y esclerosa al
momento.
Brama.
Galopa turbado y
sereno.
Arritmia profusa.
Mezquino silencio.
Cuando retumba
arrebata mi pecho.
En cuanto calla,
estoy casi muerto.
¿Qué corazón es el mío?
Indulgente. Severo.
Deshonesto y leal
a la vez.
Temerario.
Cohibido.
Muchas veces
amado,
Otras tantas
deshecho.
Adiestrado para el
dolor.
Fácil
para el olvido.
¡Qué corazón!
¿Cómo entenderlo?
A la par
colapsa en su
hoguera
toda paz,
toda guerra.
Enamorada, tú,
de la gran incógnita del cielo,
del enigma de los astros sementales,
de la sal del universo.
La pared de seda, de cemento.
Tu calle. Tu ciudad.
La oscuridad de un parque en el recuerdo.
El cómplice artificio del otoño y el invierno.
Enamorada....
Eres el frágil abrazo,
la mitad de lo que pierdo,
aquella mirada del alba
esa inocencia en los besos.
Soledad de blancas alas
de mis manos por tu cuerpo
volando a la eternidad
sin develar tu misterio.
Enamorada...
con los puños crispados,
con ojos carniceros,
con ternura y agonía,
con un suplicio de versos.
Vives por vivir,
enamorada,
en lo bello y lo siniestro
Al
regreso
me va a encantar
que me veas de nuevo
radiante y heracleo;
repleto de escamas
sagradas,
con la sal
desparramada
en el pecho,
donde siempre te gusta
dormir
para apagar el latido
final
y el susurro de Orfeo,
donde sé que resides
feliz
como la espuma en el
mar,
bajo el soplo de
Zeus.
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